martes, 18 de junio de 2013

Introducción

Somos una comunidad diversa que confluimos todos los días en un mismo lugar: el del trabajo, o el de la familia o el de la calle. Y aunque nuestra relación tiene esa seriedad de las responsabilidades, no deja escapar las características particulares de cada quien. Entonces nos damos cuenta que en un pequeño terreno, Guatemala desborda bocanadas de cultura, y en esa variedad de estilos o modos de vida, está nuestra riqueza. Es por eso que decidimos echar a andar este proyecto, hibrido de muchas ideas. Y en el camino se nos unieron aventureros de alto calibre, elementos necesarios para navegar.
“La necesidad tiene cara de chucho”, dice acertadamente nuestro dicho, pero ese perro no es una imagen aislada, ese perro es uno y varios a la vez. Oculta o relegada, esa necesidad de conocimiento, de compartirnos la cultura, que no es más que la vida, se aterriza en la comunicación, proceso sencillo que damos por hecho como conocido y dominado desde el momento en que nacemos a la madurez. Nada más herrado que dicha falacia para engañarnos. Situación que se agrava con esa manera tan monstruosa de la necesidad: un perro de mil cabezas que ladran al mismo tiempo, que se atacan peleándose el mismo pedazo, sabiéndose enemigos e ignorando que alimentan el mismo cuerpo.
De modo que una revista impresa no cumple la función, hay un emisor, está el mensaje, y por supuesto el receptor es quien la lee. Sin embargo los procedimientos para la retroalimentación no son directos, y por lo tanto no son efectivos para este caso. Aunque el formato, y la facilidad de transportarla y leerla donde se quiera, es algo insustituible. Como los libros impresos.
No sé si aún se utilizan las bitácoras en los barcos de ahora, antes eran esos cuadernos donde se relataba el desarrollo del viaje, y de ellos muchas veces salieron relatos sorprendentes. El blog es un formato digital que tiene ese espíritu, con la enorme ventaja de la retroalimentación directa. De esta suerte que en él no solo se pueden generar debates, si no que además se enriquece la información, el mensaje, eso que muchas veces es imposible comunicar.
Y en este barco el cuaderno no reposa bajo la almohada del almirante, o en el pequeño escritorio del capitán. El cuaderno está a cargo de quien abra los sentidos y se deje llevar.
Así que si está parado en la orilla del puerto, no busque el Beagle del capitán Fitz Roy, donde viajó Darwin, ni la Santa María de Colón, ni la Victoria, barco de la expedición Magallanes ― Elcano, primero en dar la vuelta al mundo. Solo súbase, chifle desde la orilla, brinque y haga señas de amigo que nosotros atracamos sin importar el número de personas. Y adentro, nada más golpee la puerta y diga el santo y seña (jrbpdm@gmail.com) que aquí le atenderemos gustosamente.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario