Mucho se ha escrito sobre la personalidad de Vincent
Van Gogh: que si era extraño, loco, depresivo, todo lo que pudiera significar
eso de “mentalmente enfermo”; uno de
estos narradores se tomó la tarea de escribir la biografía del pintor holandés
en forma de novela, Irving Stone, escritor estadounidense, que se especializó
en personajes históricos reconocidos como Van Gogh y Miguel Ángel.
Stone llamó a esta historia “Anhelo de vivir”, el porqué del nombre toma sentido durante la
lectura de este hermoso libro, que nace desde las pasiones y la personalidad doliente
de Van Gogh. Este viaje literario inicia en 1873 cuando el pintor se encuentra
en Londres, lugar en donde conoce a Úrsula Loyer, con quien experimenta por
primera vez el desamor.
Abatido por la desolación de no ser amado, los
siguientes capítulos nos cuentan la transformación de un vendedor de obras de
arte a un evangelista impelido por la necesidad de entregarse a sus semejantes,
lo que lo lleva a iniciar una serie de dibujos inspirados en los mineros,
siendo éste el primer contacto con su instinto creador.
Capítulo a capítulo el autor va describiendo la
serie de encuentros desfavorables que ocurren durante la vida de este pintor
hasta llegar al artista impresionista que conocemos ahora. Durante el período
en Etten, inicia su carrera artística apoyada económica y moralmente por su
hermano Theo, quien será la persona más importante de su vida y único apoyo en
algunos momentos. Su prima Kay enviuda y viaja hacia la ciudad del pintor,
durante su estancia Vincent se enamora de ella y le es negada nuevamente la
oportunidad de ser amado.
Convencido de su pasión por la pintura decide
instalarse en La Haya, donde se convierte en aprendiz de su primo Anton Mauve,
quien no comprende el espíritu de Van Gogh por lo que decide retirarle su
asesoramiento. En esta etapa, Stone nos muestra una vez más el lado humano, la
melancolía y pobreza que acompaña a Vincent durante su vida; la formación de una familia motivada por la
compasión y la tristeza que les provoca Sien, una prostituta a quién ayudan con
su bebé y quien se establece por dos años en la casa paterna de Van Gogh.
En los capítulos siguientes el autor nos permite
acompañar al pintor en diversas experiencias que serán cruciales para su
desarrollo artístico, su encuentro con el amor a través de Margot quién se
envenena por no poder casarse con Vincent; la muerte de su padre; el traslado a
París con Theo, lugar en donde conoce a Pissarro, Seurat, Gauguin y Cezanne y
es allí donde se transforma su paleta melancólica a una paleta colorista, la
comprensión del color y su interpretación de la naturaleza menos tradicional. Esta
será, quizás la parte del libro más emocionante para los amantes del arte y de
las obras de este pintor, es aquí donde Irving Stone nos ubica ante un Vincent
Van Gogh que expresa a través de un lenguaje propio de colores, pinceladas y
motivos, fuerza de su espíritu y de sus emociones.
En Arles nacen los fascinantes girasoles, los lirios
violeta y la casa amarilla. Crece su necesidad por pintar al aire libre así
como su enfermiza obsesión por reproducir todo lo que veía. Y es en este
momento en donde somos partícipes del colapso que lo lleva a cortarse la oreja
como regalo para “pichón”, su niña amante. Después de este acto de locura el
escritor nos permite acompañar al artista a Saint Remy, la casa de salud mental
en donde nace de sus manos la noche estrellada, a diferencia de otras de sus
obras, este paisaje no fue pintado al aire libre, sino desde la habitación del
sanatorio, en donde a través de una pequeña ventana podía observar el cielo.
Las últimas páginas de esta obra nos trasladan a
Auvres, en donde con el sol de mediodía y bajo una nube de pájaros negros, “Vincent volvió su rostro hacia el sol y
apretó el gatillo del revólver”.
La capacidad narrativa de Irving Stone nos ahoga en
ese mar de emociones en el que vive el pintor, nos traslada a través del ritmo
de sus letras hacia cada uno de los paisajes que Van Gogh plasmó con pinceles y
acuarela; sin duda un libro recomendable para aquellos que deseen experimentar
de manera intensa la obra de este post-impresionista que en vida nunca supo la fuerza
de sus obras, y que lo único que buscó fue vivir a través del amor y de su
pintura.
Vannia Ortega
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