domingo, 9 de febrero de 2014

Rafa Romero conversa con Camarote 55


Sobre la superficie de este mar, el nuestro, una gruesa capa de conformismo enturbia el agua, fenómeno social que en este país acecha entre los vericuetos de nuestras vidas. Rafa Romero es uno de esos quijotes que de pronto emergen de las profundidades. Con su “Te prometo anarquía” y la publicación de algunos de sus libros, ha sido incluido en la famosa lista de personalidades latinas extranjeras “100 Latinos Madrid 2013”. Esa ciudad, la de las Majas, el Guernica, la Puerta de Alcalá, la de los varios millones de habitantes merodeando en la Gran Vía, confundiéndose entre los turistas en Plaza España, es un océano con muchas corrientes donde es fácil quedar atrapado entre las marejadas del conformismo. A pesar de todo esto, y de lo que ese reconocimiento significa, Rafa rechaza, de alguna manera, ese calificativo que resalta su trabajo entre miles, y decide retornar a ese lugar secreto donde trabaja arduamente en soledad.

Rafa, has hecho públicos cerca de doscientos trabajos en “Te prometo anarquía”. No sé cuantos guatemaltecos hemos publicado allí, pero seguro no somos menos de cincuenta. ¿Cuál era la idea inicial del proyecto?

Sí, falta muy poco para llegar a las 200 publicaciones de escritores y artistas guatemaltecos, exclusivamente. En la sección “Hermosos forasteros” se han publicado muestras de escritores extranjeros, pero éstas no están incluidas en las 200 mencionadas; si las tomamos en cuenta, la cifra queda superada. No obstante, Te prometo anarquía es un espacio para difundir las letras y el arte emergente de Guatemala, con lo cual el interés primordial se debe centrar en dicho objetivo: servir de plataforma, mostrar, exponer lo que se ha estado haciendo en Guatemala en estos últimos años. La idea inicial era habilitar un blog para publicar a algunos pocos amigos cercanos y familiares, tomando como modelo el blog español Las afinidades electivas, pero enseguida decidí ampliar los parámetros, invitar a más gente y ver si funcionaba. Saber que esa ocurrencia ha llegado a convertirse en lo que es, después de seis años de vigencia, es algo que me satisface sobremanera.

Es normal, pero no común, que el rumbo de un proyecto cultural cambie. ¿En qué medida se han cumplido las expectativas iniciales?

La naturaleza del proyecto, desde sus inicios, sigue presente. Lógicamente, con el paso del tiempo y las exigencias que un proyecto de este tipo requiere, de publicar autores o artistas poco conocidos, pasé a tomar en cuenta a autores y artistas de todo tipo, es decir, a darle cabida a quien quisiera, desde totalmente inéditos hasta aquéllos que ya llevan varios años publicando o exponiendo y son parte del panorama contemporáneo de las letras y el arte de Guatemala. Dicho en otras palabras, la lista subió un poco y es algo que le ha servido a Te prometo anarquía para tener más presencia y más credibilidad en relación con otros espacios alternativos de esta índole.

No soy amigo del uso de términos calificativos en otros idiomas, de modo que antes de hacerte la pregunta, pregunto: ¿Cómo engrana mejor? ¿“Escritores de subterráneo” o “escritores underground”?  

Me quedo con la segunda acepción: escritores underground.

Muchos de los publicados en “Te prometo anarquía” somos escritores underground. Espacios como el tuyo son una apertura en ambos sentidos: conocés y te conocen. De modo que podría suponerse que es fácil armar una biblioteca virtual, y que no sos vos el que invita, si no es a vos a quien llegan las solicitudes. Pero el gallo canta distinto al de la tele. Los espacios son pocos, y cuando un espacio tiene la diversidad de “Te prometo anarquía”, los textos tienen la oportunidad de ser leídos por muchos. Aun así muchos lo desaprovechan. ¿Qué opinión tenés de esa apatía?

Tenés mucha razón: no es fácil y normalmente el que invita (e insiste) soy yo. El punto es que es un proyecto que me apasiona y entretiene, es decir, aún con el esfuerzo, con el tiempo (el poco que me sobra) invertido y los pequeños baches, no he pensando en ningún momento en abandonarlo. Creo que soy un privilegiado por poder relacionarme con tantos escritores y artistas de Guatemala y tener a la mano su obra. Que haya algunos que desaprovechen esa oportunidad, como bien decís, es algo hasta cierto punto incomprensible (sobre todo si pensamos en la cantidad de escritores y artistas nóveles que tocan puertas que, con suerte y perseverancia, no se abrirán hasta pasados muchos años, como fue mi caso), pero que tiene muchas explicaciones porque antes de escritores y artistas somos humanos y el ser humano, vos sabés, es complejo y si hablamos de aspectos socioculturales que nos atañen o identifican como guatemaltecos, pues ya ni te cuento. Más que tratar de desentrañar esa apatía, o lo que sea, me interesa hacer pública la disposición permanente que tiene Te prometo anarquía para dar fe y promover la obra y las propuestas de quienes así lo deseen.

Sé que el artesano prefiere, como el artista, la soledad y el silencio. Habrás dedicado mucho esfuerzo y tiempo en construir esa biblioteca virtual, única en nuestro país. Pregunto, entonces, ¿preferís el silencio? o ¿Nos contarías qué pasa detrás del teclado?

Sí, bueno, como escritor prefiero el silencio, aunque más que el silencio y la soledad como tal, prefiero la comodidad de una atmósfera única (porque es mía y yo la busco y la genero) e íntima (porque no hay nadie más cerca). A veces, me acompaña la música; a veces, alguna bebida, depende. Así es como escribo y trabajo en mis proyectos personales. Ahora bien, lo que sí detesto es el bullicio y las multitudes. Jamás me verás escribiendo algo en un café, bar o en la calle. Los lugares públicos los uso para observar y para leer (aunque siempre con audífonos), pero porque no me queda otra y hay que aprovechar el tiempo.

Me pasa lo mismo, prefiero la soledad de las noches y la de las madrugadas a un lugar abierto, donde lo único que puedo hacer es observar. ¿Qué fue primero, Rafa? ¿Te prometo anarquía? O antes de eso ¿ya tenías un nombre con mayúsculas?

Bueno, no sé realmente si tengo un nombre con mayúsculas y no sé si me gustaría tenerlo, para serte sincero. Soy consciente de que existe reconocimiento público, pero eso en ningún momento me hace sentir exclusivo ni ensalzado; agradecido sí, desde luego, principalmente porque sé que se valora lo que hago y que posiblemente esté acertando en mis decisiones literarias. De todas formas, creo que si la vida me lo permite aún hay mucho camino por recorrer y ya se verá lo que me depara el futuro. Haber publicado varios libros y lograr que Te prometo anarquía sea conocida (y que me dé a conocer a mí) es un bonito comienzo y tengo que verlo y disfrutarlo como tal. El punto de inflexión que preguntás se sitúa en el momento en que Te prometo anarquía empezó a consolidarse y cuando aparecieron mis primeros libros. Antes de esto, mi nombre era prácticamente desconocido o conocido por pocos, mejor dicho.

Hay algo con lo que nunca he estado de acuerdo, y es la publicación en formato libro de textos que todavía no están listos. Mi razón es sencilla: la literatura entre amigos, principalmente al inicio, es un arma de dos filos para la madurez del escritor. Los masajes de los cuales disfruta el ego son, en mucho, adictivos, frenando o destruyendo el desarrollo del artista; y publicar cuando no se está listo es un masaje de ese tipo. ¿Publicás todo cuanto te llega? O, ¿hacés un filtro?

Te explico la mecánica: si yo invito a alguien lo hago desde el convencimiento (nunca pleno, porque eso es muy peligroso) de que su propuesta es digna de ser divulgada. A partir de ahí, tengo que arriesgarme a aceptar, en cierta medida, lo que recibiré para ser publicado. Para no complicarme la vida, pido siempre más textos o más imágenes de las que aparecerán, eso me permite tener un margen para seleccionar. Aunque también tengo que decirte que, por su calidad y presentación, algunas veces publico la muestra o selección íntegra que recibo. Eso me ahorra tiempo, decisiones difíciles y trabajo. Lo ideal es eso: que cada uno te envíe lo mejor porque una publicación, para mí, es como un carta de presentación. Así lo entiendo. “Éste soy yo y esto es lo que hago”. Entonces, es una cuestión de confianza y de esperar que lo publicado, desde la diversidad, sea bien recibido. Por otro lado están los envíos de material o propuestas no solicitadas. En estos casos sí recurro al filtro de la manera más objetiva posible y, si la propuesta no es válida,  procuro siempre exponer detalladamente las razones de su no inclusión en la revista. Además, trato de que el interesado o interesada no lo tome como un rechazo sino como parte de un proceso y de hacerle saber (sin que ésa sea mi función) que es importante mejorar y seguir intentándolo, si realmente es eso lo que se pretende.

Aun así, supongo que habrá textos que al evaluarlos te sorprendieron, por su calidad, por su ritmo, por el manejo de sus recursos, qué sé yo. ¿Cuántas veces te ha sucedido?

Muchas veces. La verdad es que saber que en Guatemala hay talento es lo que me motiva a mantener a flote el proyecto. No digo que todo lo que he publicado me guste, no, pero la idea es ésa: mostrarlo, porque sé que siempre habrá alguien a quien sí le guste y que lo aprecie. Lo mejor es que he podido comprobarlo, puesto que hay gente que se toma la molestia de escribirte y comentártelo.

¿La literatura fue siempre una posibilidad?

Sí, pero llegó más o menos tarde. Fue una posibilidad que tuve que descubrir, más bien. Mi caso no fue el del niño de cinco años que, si le preguntan qué quiere ser cuando sea grande, contesta: “escritor”. Tampoco escribí mi primer poema a los seis o mi primer relato a los diez. Yo quería ser farmacéutico y de hecho fui a la Universidad con esa idea.

Entonces ¿Cómo nació en vos?

A los dieciséis o diecisiete años empecé a llenar papeles con pensamientos y con poemas (algunos demasiado crípticos, otros demasiado sensibleros, otros descaradamente plagiados de Vallejo, Amable Sánchez Torres, Darío, etc.). En Quinto Magisterio, en la clase de Didáctica de Idioma Español, nos pidieron escribir un poema y me reté a mí mismo para escribirlo con lo que realmente me saliera y de acuerdo a cómo me sentía en ese momento. Recuerdo que a mi profesor le gustó y me motivó a que escribiera más. Durante esos años descubrí que escribir me entretenía mucho y que, al mismo tiempo, suponía un refugio. Así empezó todo.



La literatura es un camino difícil, puesto que no es un oficio del que se pueda vivir. ¿Qué haces para sostenerte en un país tan caro?

Sí, uno dice que es “escritor”, pero lamentablemente uno no puede dedicarse y ni vivir de esto. Yo he tratado (a veces con mucha suerte) de dedicarme a tareas editoriales, de corrección de estilo, específicamente, pero no he dudado en ningún momento de trabajar de lo que sea: repartiendo volantes a la salida de los colegios, haciendo entrevistas en el aeropuerto, dando clases en academias, atendiendo llamadas internacionales en centralitas, etc. Los primeros años fueron un poco surrealistas, pero es sabido que para un escritor toda experiencia es más que bienvenida.

Hay varias causas raíz por las cuales emigra el humano. De todo ese océano de guatemaltecos que en el mundo estará regado, la gran mayoría lo ha hecho por mejores oportunidades de trabajo. La migración cultural, por el arte mismo, no entra en este tipo, puesto que al artista no le importaría vivir en un palacio o en una pocilga, con tal de que su arte progrese, evolucione, madure, se acerque, raye y pise los lindes de la perfección. En la Europa de los años veinte sucedió. ¿Conserva Madrid algo de esta magia para el artista?

Madrid es una ciudad con mucho atractivo, sin duda alguna. Personalmente, me ha influido mucho, sobre todo en la manera de ver las cosas y en cuestionarme como individuo. Aquí no soy nadie, en el sentido de que cuando camino por la calle, no me siento observado ni juzgado. Tampoco respiro inseguridad ni peligro. Esa invisibilidad y libertad me facilitan la vida. Además, hay cultura y movimiento por todas partes; tanto, que es imposible saber qué es lo que está ocurriendo día a día. Supongo que esto es vital para un artista; aunque en mi caso, no del todo, ya que me siento saturado y creo que mis preocupaciones como escritor no circulan por esos caminos. Soy feliz pudiendo salir a observar a la gente a una plaza o tomar cervezas en algún bar de mi barrio. Con eso, más que suficiente para que se generen ideas en mi cabeza que luego pueda usar en mi escritura.

Lo pregunté porque esa fama de la que se ha hecho Madrid, sigue siendo suya aunque su vuelo se pierda en las nubes. Cuenta la historia que es esa ciudad la única en el mundo que juzga y exige a sus artistas a veces hasta destruirlos. Nos haría mucho bien escucharlo de la boca misma de un artista extranjero radicado en esa ciudad.

Si te soy sincero, no sabía nada de esa historia y la verdad es que, como te decía, no soy alguien que esté demasiado pendiente de lo que sucede con los artistas y escritores aquí. Sería invertir demasiado tiempo y, para mí, sería como perderlo. Si te referís al gremio institucionalizado, supongo que sí, que existe esa exigencia y que la crítica es siempre muy despiadada. Por lo mismo, cuando uno quiere darse a conocer, el camino es largo y puede que haya que tocar muchísimas puertas antes de que se abra alguna. Además, de la exigencia, la competencia está a la orden del día. Con todo, no es algo que me quite el sueño. Lo que tenga que llegar, llegará.

Cambiando de ambiente, vuelvo al inicio. Las llamadas que traen las noticias de los premios suelen llegar cuando se está entre el torbellino, de modo que toman al individuo por sorpresa ¿Cómo te sentiste con vos mismo al recibir la noticia de la nominación en “100 Latinos Madrid 2013”?

Yo había visto algo de esta iniciativa en FB, pero no sabía muy bien cómo funcionaba. Cuando me enviaron el correo comunicándome que mi nominación había sido tomada en cuenta para ser parte de la edición 2013, pues me sorprendió mucho puesto que no soy famoso aquí ni me veo como una personalidad, para nada. No peco de humildad puesto que no soy ni una cosa ni la otra. Sin embargo, te deja buen sabor de boca saber que alguien (o algunos) aquí se fijan en lo que hago, eso es lo más gratificante de todo. La labor con Te prometo anarquía, el impacto de mis libros en Guatemala (El elegido, sobre todo) y esa necesidad de mantener ese nexo cultural con mi país fue lo más determinante para ser incluido y reconocido. Según me comunicaron, ésas fueron las razones de peso.



No es para menos, Rafa, lo de ese reconocimiento, si detrás hay un gran trabajo. A demás del goce y de satisfacer esa necesidad primaria que se vuelve el arte para el artista, ¿qué esperabas de tu trabajo?

Pues la verdad es que lo único que espero de mi trabajo es que, primeramente, me satisfaga a mí mismo y que luego, en algún momento pueda ser leído y valorado. Es decir, no tengo objetivos a corto plazo porque entiendo la escritura como un proceso, con muchas etapas, baches, idas, venidas, fallos, descubrimientos, etc. Los libros que he publicado los escribí mucho antes y así es como me manejo. Si ahora ha habido un reconocimiento es porque, como decís, detrás hay trabajo y muchos años de escritura. Con el tiempo he aprendido a disciplinarme un poco y a ser perseverante.

Lo entiendo igual, eso de que el arte es un proceso. Y que como en cualquier otro oficio, el que trabaja duro y a conciencia, evoluciona, y el que no, no. ¿Alguna vez, en las noches de insomnio, cruzó por tu cabeza un reconocimiento?

No, para nada. A lo más que he llegado en mi insomnio es a visualizar que publico algún libro aquí, en España, que ojalá se haga realidad algún día.

Y así será, no lo dudo, en parte del camino resaltan ya las huellas. Madrid es la capital española y una de las tres ciudades más pobladas en Europa ¿Cuándo y por qué decidís migrar?

Desde adolescente siempre tuve la inquietud de salir de Guatemala. Me veía estudiando o viviendo fuera. En el 2005 coincidieron varios factores que me empujaron a tomar la decisión de venir a España: me despidieron de mi trabajo (el finiquito pagó mi boleto de viaje) y conocí a mi pareja (española), así que por aquí ando desde entonces.

Un primo, Jorge Mario Pérez Guzmán, estudió en Bilbao, y te conocía. Los amigos de mi cuadra, que ahora viven allá, te conocen. ¿Cuáles son esos hilos que manipula el destino para hacer coincidir a tan pocos entre muchos?

Uno nunca se espera encontrar compatriotas sabiendo que España no es precisamente un destino para los inmigrantes guatemaltecos, pero siempre hay alguien, ya sea viviendo o de paso. Cuando estaba en auge la era de los blogs en Guatemala, conocí a Jorge Cabrera. Le conté que viajaba a Madrid en unos meses y él me introdujo a su círculo de amistades, algunos de los que aludís en tu pregunta. Con ellos es con quien más me he relacionado aquí, hablando de compatriotas. Y sí, así como el caso de tu primo, he tenido la suerte de coincidir con muchos otros guatemaltecos por aquí, aunque de manera muy breve y esporádica.

¿Es unida la comunidad chapina?

Sé que cada Septiembre hay actividades que realiza la Embajada de Guatemala aquí pero nunca he asistido a una, así que no puedo opinar al respecto. Como te decía, el único contacto directo con guatemaltecos aquí es con los amigos y amigas que conocí a través de Jorge Cabrera.

Perdón por la muda de tema, regreso a la literatura. Yo, por lo menos, aún no he podido romper esa necesidad de los autores del boom. Y aunque es de autores que pretendo preguntar, me desvío antes a las mal calificadas escuelas, o tendencias. Una de ellas es este caso, donde continuo perdido. Y es que no es ni siquiera un movimiento literario, es una actitud individual de cada escritor en particular, frente a la vida, frente a la literatura misma. Ninguno aborda la nave desde perspectivas iguales, no hay estilos ni ritmos parecidos, todo es tan diverso, tan literariamente bien logrado. Y no encuentro, Rafa, por más que busco, un fenómeno en particular. Fue en casi toda Latinoamérica, y de nosotros salieron voces eternas. ¿Fue, acaso, lo que el mundo vivía en ese entonces?

Sí, bueno, el “boom literario latinoamericano”, a parte de lo que mencionás (actitud del escritor frente a la vida y a la literatura), también se debió a factores políticos y, más que todo, editoriales. Europa se da cuenta de que hay escritores (Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Fuentes, Lezama Lima, etc.) que están creando obras no sólo de un valor estético admirable sino que incluyen ciertas posturas sociopolíticas y eso les permite ser publicadas no sólo en Europa sino en todo el mundo. Una especie de “golpe de suerte”, si me lo permitís, que, ahí viene lo bueno, permitió que los precursores de ese “boom” figuraran como debían de figurar (Borges, Onetti, Asturias, Rulfo, Carpentier, Vallejo, etc.), es decir, hubo un ajuste de cuentas con quienes ya habían iniciado a despuntar, literariamente hablando. Y todos ellos abrieron la brecha para el resto de autores latinoamericanos que han ido apareciendo hasta nuestros días.

¿En dónde crees que está la literatura guatemalteca ahora?  Sé que es una pregunta que genera duda, y para nada es académica, me interesa tu perspectiva.

Pues me gustaría que estuviera mejor posicionada fuera de Guatemala, ya que, además de los “clásicos” (Asturias, Cardoza y Aragón, Monterroso, Gómez Carrillo, etc.), sólo han podido darse a conocer muy pocos: Rey Rosa, Halfon, Liano, etc. Al menos, ésos son los que puedo encontrar en las librerías de Madrid. Ignoro a quiénes leen en México o Argentina. Y creo que es un tanto injusto. Aunque también es cierto que muchos escritores contemporáneos guatemaltecos siguen produciendo pensando más en lo local, es decir, apuestan por una literatura más personal y menos comercial. No creo que sea porque queramos (sí, yo me incluyo), sino porque el sistema editorial es pequeño y los libros no pueden distribuirse a gran escala. Las opciones son las que hay y, o se aprovechan o nuestros libros no ven la luz, así de sencillo. Ojalá el panorama cambie.

Claro, y a nivel mundial las grandes editoriales se arriesgan a perder espacios intentando con escritores desconocidos. Pero eso no es literatura, tan solo una consecuencia. ¿Cómo encontraste tu estilo? ¿Qué vericuetos, Rafa, qué lecturas, cuántos textos hay antes de los que conocemos?

No creo que tenga un estilo definido, por el momento. En poesía quizás sí, pero es poco lo que he publicado así que es demasiado pronto para decir algo con certeza. Génesis y encierro, mi primer libro de narrativa, puede que tenga un poco del estilo que quiero tener y perfeccionar más adelante. En el caso de la trilogía (El elegido, Chichicaste, Zánganos), fue un proyecto de experimentación que creo que ha funcionado más o menos bien y fue escrito así de manera intencional. Mi idea, a la hora de afrontar un libro, es imprimirle su propio estilo de acuerdo al tipo de historia. De ahí que puede ser que mis próximos libros sigan siendo diferentes uno de otros. Lo que sí te puedo decir es que soy muy perfeccionista y que antes de plantearme una publicación, ha tenido que haber mucha reescritura y, por supuesto, mucha lectura.

¿Ese lenguaje en El elegido, cotidiano en esos ambientes, que se hunde en lo soez una vez en cada paso, no es un recurso fácil de sostener. Para mí es difícil usar un recurso con esa intensidad sin que se sienta en la lectura un abuso. ¿Cómo lo logras?

Esto que decís no lo tuve en cuenta hasta que Mishad Orlandini, la editora, Julio Prado y Julio Serrano, quienes presentaron el libro, lo mencionaron, si mal no recuerdo. Ignoraba que un discurso así, visto por el lector, se podía sostener y creo que ésa ha sido una característica para valorar positivamente el libro. ¿Cómo lo logré? No tengo un método definido, la verdad. Me propuse imitar el habla cotidiana, de la manera más fiel posible de acuerdo a mis 27 años de vida en Guatemala, y el resultado fue ése. No había esbozos, no había una estructura pensada. Fue una escritura bastante espontánea y una búsqueda de una historia pero un poco a tientas. Si leés Chichicaste o Zánganos, en cambio, notarás que son textos más pensados, más elaborados que igualmente se sostienen, pero que incluyen otras perspectivas y recursos narrativos.

Ese lenguaje, Rafa, es un recurso que se encuentra con facilidad en la literatura actual, la de Guatemala, y muchos textos se caen. ¿Tiene, El elegido, referencias? ¿Qué lectores chapines leías?

Pues cuando empecé a sentir cierta fascinación por un registro lingüístico que reflejara la realidad de Guatemala (o parte de ella, más bien dicho), fue con Luis de Lión y con las columnas que escribía Marco Augusto Quiroa. A Marco Antonio Flores lo leí más adelante, por si te surge la duda. Después empecé a “practicar” en el blog Mula que es uno; a partir de ahí fue como me planteé la idea de El elegido y así nació la trilogía. Por supuesto que leí a otros autores guatemaltecos, pero yo diría que estos dos que menciono pueden ser referencias, aunque no directas.

Pues si te cuento me confieso: en la familia hay una mala costumbre, el robo de libros. No puedo excluirme, y ese del Bolo, el de sus columnas, lo tomé prestado de la librera del tío Tono, el papá de Jorge Mario. Aún no lo he devuelto, pero ya lo leí, y eso es lo que importa. Me reí mucho, y con el tuyo también, en varios pasajes, en especial recuerdo el del parque Los Cipresales. Eran las diez de la noche de un martes cualquiera. Rita, mi esposa, dormía. Yo leía a la par, en silencio absoluto, y de pronto me pasó lo mismo que de pequeño, cuando el domingo en la iglesia uno de los muchachos volteaba y te hacía una payasada que despertaba el incontenible ataque de risa. Sin embargo lo que viene después, en la casa del Negro, cuando Carmen y los patojos, ante todo la casa, me bajó a patadas, y esa realidad ―que así es, seguro― terminó causándome escalofríos. ¿Tiene El elegido vidas verdaderas como referencia?

No, ninguna que yo conozca. El elegido, originalmente era un cuento que escribí en Madrid el primer año que estuve aquí y que después retomé y modifiqué pensando en una novela corta. Lo que sí tiene, no sólo El elegido sino los dos libros siguientes son recuerdos, escenas vistas u oídas, anécdotas y nombres de personas y lugares reales pero igualmente modificados y adecuados según la exigencia de las respectivas historias que manejo en la trilogía. En Chichicaste, por ejemplo, que es el más autobiográfico, sucede esto: sí, hay vidas verdaderas como referencias, pero totalmente alteradas y modificadas. Yo crecí más en la calle que en mi casa y tuve la suerte de frecuentar varios ámbitos, algunos muy viciados, inclusive, y gracias a esas experiencias (que fueron muchas) pude recrear lo que cuento (sin necesidad de basarme en alguien en concreto) e intentar que parezca real.

Todos somos víctimas de víctimas, nuestros padres también lo fueron. Lo digo por eso de terminar heredando las taras de carácter, el manejo inapropiado de las emociones, los miedos asesinos, y todo eso para lo cual no se aprende si no en la vida. Es una vida de perros la de un alcohólico que termina como Tolo, la historia lo deja claro, su madre tuvo mucho que ver, y la violencia descontrolada de su padre. Pienso en voz alta: ¿Nos caería bien aprender esas partes de la psicología que uno mismo puede aplicar? ¿Valdría la pena incluirlas en el programa escolar?

Pues creo que sí, aunque no sé si El elegido sirva como “lectura” hablando en términos escolares y de aprendizaje. Sé que tu pregunta no va por ahí pero te digo esto porque ha habido quiénes creen ver en la novela un buen manual de todo aquello que sucede cuando escogemos “el mal camino”. Y no, los caminos de la trilogía son los de la ficción y deberían transitarse como tal. Es verdad que hay una realidad retratada que es dura e innegable, pero de ninguna manera siento que deba encontrársele una actitud didáctica ni moralizante. Para eso, como bien decís, está la escuela que podría ser un medio neutral para ayudar al niño/niña a encauzar y sobrellevar mejor los problemas heredados o causados en sus hogares.

Rafa, si no damos esto por terminado volvemos a amanecer. De modo que cierro asegurándote que ha sido un gusto. Te agradezco infinitamente tu tiempo y tu paciencia. 



2 comentarios:

  1. Felicitaciones Renato, excelente entrevista. Nos permite conocer a un Rafael Romero más allá de las letras de sus libros, pudimos conocer sus motivaciones y parte de su proceso creativo.
    Muy bien lograda.

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  2. Gracias Vannia por el comentario. Faltaba más, es Rafa quien se lleva las palmas. Saludos

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