Mis queridos huéspedes,
soy su anfitrión el Sr. Roarke,
bienvenidos a la isla de la fantasía.
Esta sería la frase perfecta,con
ella debería de recibirse a los Animales de Proyecto cuando arriban a la Isla.
Cada quien viene por un sueño, una fantasía que cumplir. No hay un Ricardo
Montalván pero sí un Puertorriqueño que bien le caería el papel.
Poco queda, por no decir nada, de
lo que en el 2005 enviamos a la isla. Tampoco está ya el original contenedor
que servía de laboratorio. Uno nuevo lo reemplazó por allá del 2010. Quedan sí,
muchos de los que en aquel momento vinieron por primera vez o de los que ya
estaban en la isla cuando venimos. Aquellos de la herencia de CBI y los años dorados
de la fabricación de lo que es ahora la terminal. Ahora con bandera de GEC como
constructores.
La terminal irá por los 13
millones de barriles de capacidad, si no es que más con los últimos tanques de
la serie 70.Las calles siguen siendo las mismas angostas de siempre y el modus
vivendi de los habitantes no cambia. Las cabras y las gallinas siguen siendo
silvestres. Sigue saludándose desde el carro a quien se te ponga enfrente,
aunque sea la primera y última vez que lo veás. Los cañones siguen apuntando al
mar desde el fuerte y las ventanas de madera siguen siendo una belleza, al
menos para mis ojos. El restaurante Chino sigue en el mismo lugar y el de
hamburguesas también. Sigue tronando la bachata al terminar la jornada, y al
ingresar al restaurante Chino me siguen ofreciendo las mismas TliJaineken, de siempre. Aunque ahora
entre solo. El Daihatsu suplantó al Ford, pero tiene ese mismo olor a obrero
que no puede con nada, por muchos arbolitos aromáticos que se le pongan, esa
mezcla de sudor y petróleo, de trabajo duro y desvelo, de Heineken y Hennessy,
de overol y casco, de Animal de Proyecto.
¿Qué hacer? No mucho. Beber
cerveza, salir a correr, ver televisión y (ahora que hay internet) comunicarse
con la familia allá en Venezuela, Perú, Guyana, Argentina, Trinidad, o Centro
América de donde proviene la mayoría. Eso es lo que hacen los expatriados que
tienen la oportunidad de venir a trabajar acá. Gerentes de Proyecto,
soldadores, bodegueros, electricistas, operadores de grúa, etc.
Los viernes, día de pago. La
locura por la tarde. Ir al comercial para abastecer la alacena, enviar la plata
a la casa, beber cerveza y visitar a las trabajadoras
sociales que tuvieron que aprobar para disminuir el estrés de los animales de proyecto enclaustrados en
esta suIsla de la Fantasía.
Aunque no lo crean Tatoo vive
acá, claro que de francés tiene nada más el vocabulario y lo agrandado.HervéVillechaize
acá se hace llamar Tun Tun, que para ser un Escuintleco le asienta mejor que
Hervé.
Proyectos más, proyectos menos,
este será el devenir de la isla con sus apenas 21 kilómetros cuadrados, que
cada fin de año llega a su etapa final de trabajo como sucedería en la serie de
televisión. El Animale de Proyecto que le toca descanso de fin de año, luego de
períodos de hasta diez meses subirá al avión con las maletas cargadas de
añoranzas, de emoción por encontrarse de nuevo con la familia, una locioncita
para la mujer, unas playeritas para los patojos, un aparato para medir la
presión para la mamá, una picardía para la casera, un par de lentes oscuros y
la esperanza por ser elegidos nuevamente para el próximo proyecto. Para estar
en el lineupde algún Mefistófeles para abordar el DHC-6 Twin Otter 300
que los traerá a la Isla, piloteado aunque sea por el fantasma del mítico
Capitán Pipe, un pionero e histórico aviador por estos lares, por aquello de
que les toque hacer escala en la isla de Saba.
Unos regresarán en enero, otros
nunca. Aunque esta isla tiene algo, un vínculo con cada trabajador que ha
venido. Eso lo supe cuando me despedí la primera vez que regresé a casa, con
unas líneas algo trilladas de despedida. El Administrador de esetiempo, un gran tipoél, a todamadre, se sonrió y
me dijo: “Statia had something, if she
likes you, you´ll be back in one way or another, and you seems like a Statia
man, so, see you next time”
Edwin Enrique Soria Juárez